Mi querida Chus, me envía un correo y me dice así:
"Querida Aldabra, esta mañana, robandole unos minutos al día me puse a bucear en la red, buscando cierta información y acabe en un blog maravilloso, y al pasearme por él encontré una entrada merecedora de un hueco en tu blog. Te mando el enlace y espero que la disfrutes como la he disfrutado yo.
Besiños y hasta pronto, Chus."
Muchísimas gracias, Chus, por el regalo y por acordarte de mí.
La historia
Contaba una vecina que
hubo en esta casa hace años, Dora de Espasante, una de las historias
más hermosas que yo nunca antes escuché. A ella se la contara su abuelo,
y a éste el suyo, por lo que no sé muy bien cuando ocurrió.
Fue
en el puerto de Espasante, que había un marinero, trabajador como pocos
pero que en los últimos tiempos no tenía buenas mareas. Echara las
redes donde las echara, no llenaba sus aparejos como los demás.
En
una tarde cálida del verano, salió al mar en su lancha con la brisa
dándole en la cara. De repente, el cielo se cubrió de nubes grises que
no tardaron en descargar sus barrigas. La lluvia era espesa y no dejaba
ver el rumbo por lo que el marinero procuró no separarse de la costa.
Aminando la tormenta, entre la claridad, comenzó a escuchar a lo lejos y
de manera tenue una voz dulce y cadenciosa que cantaba. El marinero
agarró los remos y bogó con todas sus fuerzas hasta el canto. Pudo ver
una de las rocas del Picón rodeada de peces y, sentada en ella, una
sirena peinando su largo cabello de azabache. Tenía el cuerpo blanco y
redondeado como la espuma de las olas del mar. De cintura para arriba
ofrecía sus pechos al sol y de cintura para abajo una cola cubierta de
plateadas escamas. Miró hacia el marinero desde los
profundos ojos azules y el marinero se quedó prendado; nunca más se
separó de ella. Peces no le volvieron a faltar ni unos brazos cariñosos
que lo abrazasen.
En el puerto nadie supo que pasara. El marinero nunca volvió. Su lancha se encontró destrozada en los acantilados de Loiba.
A
partir de aquel día dice que aparecieron dos rocas nuevas en el Picón.
Hay quien jura que son el marinero y la sirena que en los cálidos rayos
de sol de verano se pueden ver sentados a entonar su canción.
Marinero de Espasante
cuando salgas a trabajar
cuídate bien de las sirenas
que estén a acechar.
cuando salgas a trabajar
cuídate bien de las sirenas
que estén a acechar.
No confíes marinero,
en estos instantes de claridad
puede que alguna sirena
el alma te venga a robar.
en estos instantes de claridad
puede que alguna sirena
el alma te venga a robar.
O conto
Contaba unha
veciña que houbo nesta casa hai anos, Dora de Espasante, unha das historias
máis fermosas que eu nunca tivera escoitado. A ela contáralla o seu avó e a
este o seu, polo que non sei moi ben cando ocorreu.
Foi no Porto de Espasante que había un mariñeiro, traballador coma poucos pero que nos últimos tempos non tiña boas mareas. Largara onde largara non enchía o aparello como os máis.
Nunha tarde cálida de verán, saíu ao mar na súa lancha coa brisa dándolle na cara. De súpeto, o ceo cubriuse de nubes pedresas que non tardaron en descargar os seus bandullos. A chuvia era mesta e non deixaba ver rumbo polo que o mariñeiro procurou non se afastar da costa. Amainando a treboada, entre a loaira, comezou a escoitar ao lonxe e de xeito feble unha voz doce e cadenciosa que cantaba. O mariñeiro agarrou os remos e vogou con tódalas súas forzas ata o canto. Puido ver unha das rochas do Picón arrodeada de peixes e, sentada nela, unha serea a peitear o seu longo cabelo de acibeche. Tiña o corpo branco e arredondado coma a escuma das ondas do mar. Do vao arriba ofrecía os seus peitos ao sol e do embigo abaixo unha cola cuberta de prateadas escamas. Fitou para el dende os profundos ollos azuis e o mariñeiro quedou engaiolado; nunca máis dela se separou. Peixe non lle volveu faltar nin uns brazos agarimosos que o apertasen.
No Porto ninguén soubo que pasara. O mariñeiro nunca volveu. A súa lancha atopouse escachada nos cantís de Loiba.
A partires daquel día disque apareceron dúas rochas novas no Picón. Hai quen xura que son o mariñeiro e a serea que nas cálidas loairas de verán pódense ver sentados a entoar a súa cantiga:
Mariñeiro de Espasante
cando saias faenar
cóidate ben das sereas
que estean a alucar.
cando saias faenar
cóidate ben das sereas
que estean a alucar.
Non confíes mariñeiro,
nestes intres de loaira
poida que algunha serea
veña te roubar a alma.
nestes intres de loaira
poida que algunha serea
veña te roubar a alma.
¡¡Ay versos en gallego...que recuerdos!!
ResponderEliminarBesos sirenita.
Interesante la historia que acompaña la ilustración.
ResponderEliminarPor cierto, me sorprende el hecho de que no se agoten las sirenas: Qué iconografía tan amplia.
Que linda la historia y la bella ilustración
ResponderEliminarSaludos Aldabra
Precioso Relato, sobre estohay muchas leyendas como sabes.
ResponderEliminarSalñudos, manolo